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¿Domingo sin misa?

Desde el 17 de marzo en la Diócesis de Nuevo Laredo y desde el día 18 en la Diócesis de Laredo, se anunció que se suspenderían las Misas en público. Sin duda, esto cambia “lo ordinario” de nuestros domingos. Sin embargo, esta medida tan extrema no es para menos frente a tan grave emergencia sanitaria como a la que hoy, en todo el mundo, nos enfrentamos.
El texto del Obispo de Nuevo Laredo dice así: “se suspenden todas las celebraciones litúrgicas (Eucaristía y demás sacramentos) en todas las parroquias, templos y capillas, siendo dispensado el precepto de la misa dominical y días festivos”. Del mismo modo, el Obispo de Laredo insiste en que “no [se] estará cometiendo pecado faltando a la Misa Dominical durante este periodo”.
Ante este relevante acontecimiento, me gustaría que recordáramos juntos algunas cosas:
Lo primero que tenemos que remarcar es que no hay nada más valioso en la Iglesia que la Eucaristía: de ella recibimos la gracia y la fuerza necesaria para nuestra vida. A la vez, en torno a ella gira toda la actividad de la Iglesia. Por tanto, como podemos intuir, una determinación de este nivel no se daría sin algo verdaderamente importante que la sostenga. En este caso, la salud pública.
Segundo, como es evidente, la Iglesia tiene una de sus expresiones más claras en la celebración comunitaria de la Eucaristía (la misa), sin embargo, no es la única. Me explico: tenemos que ser bien conscientes -y creo que lo somos- de que la Iglesia, además de su dimensión celebrativa, también es comunidad, servicio y testimonio. Así, aunque por un tiempo no podamos estar físicamente en misa (mientras dure la contingencia estamos dispensados), seguimos siendo Iglesia desde nuestra propia realidad. En este momento, desde el resguardo de la propia casa. Esto es interesantísimo: nos hace bien conscientes de que la Iglesia es más que sus parroquias y estructuras, y nos permite recordar que la Iglesia -que componemos todos los bautizados de cualquier lugar y tiempo-, aun en medio de la diversidad y la distancia, es “una, santa, católica y apostólica”.
Tercero, que no se nos olvide que en esta situación es cuando más se necesita la oración, por eso, por un lado, aunque los fieles no estén físicamente presentes, los sacerdotes siguen celebrando en privado por las intenciones y necesidades del pueblo; y, por otro, el pueblo se une personalmente a la oración de la Iglesia (sobre todo en la Liturgia de las Horas) y por los diferentes modos que existen para orar (el santo rosario, la comunión espiritual, la oración mental, las novenas, entre un sinfín más)… y, a la misa -en este tiempo- por internet o televisión. ¡Benditos medios de comunicación que nos permiten vivir en tiempo real los acontecimientos que pasan en otro lugar! ¡Nos permiten estar conectados espiritual y digitalmente!
Por último, tengo que decirles que a nosotros tampoco nos gusta ver vacías las parroquias. Pero lo asumimos porque hoy esto no es un signo de desesperanza, sino de un cuidado amoroso, responsable y necesario. Recordemos que hoy por hoy, quedarnos en casa y seguir las indicaciones de las autoridades correspondientes es un acto de caridad y responsabilidad cívica.
En conclusión, queridos amigos, ningún día, y menos el domingo, se quedan sin misa, y el pueblo nunca se queda sin Dios.
Les deseo a todos una santa cuaresma-cuarentena: un tiempo de calma, austeridad, silencio, oración, y mucha, sí, mucha paciencia.
Que no se nos enfríe ni la fe, ni el corazón…
¡Qué Dios nos ayude! ¡Qué nuestra Madre nos asista!

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