El 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, razón por la que quiero dedicar este espacio para hablar sobre este importante tema. Podrás pensar que este tipo de enfermedades son lejanas a ti y a tu entorno. Y es que el mayor problema de las enfermedades mentales es justo eso, su invisibilidad en la sociedad, ligada a los estereotipos o ideas erróneas que las personas tienen sobre estas.
En el mundo hay casi mil millones de personas con trastornos mentales. Imaginen que cada 40 segundos una persona se suicida. La depresión, es ya una de las causas principales de enfermedad y discapacidad entre niños y adolecentes. El suicidio es la segunda causa de defunción entre los jóvenes de 15 a 29 años. ¡Esto es sumamente alarmante! Cada uno de estos suicidios afecta a una familia, a una ciudad, a un país entero.
Esta información que les comparto, la conocíamos antes de la pandemia por COVID-19; imaginen ahora el incremento en el número de depresión y otras enfermedades mentales gracias la crisis y el estrés que la pandemia está generando en la población. El riesgo es tan grande que la misma OMS decidió elaborar guías para apoyar el bienestar psicosocial y la salud mental de las personas durante la pandemia.
Gracias al poco conocimiento de la población sobre las enfermedades mentales; al trato que da la sociedad a las personas que las sufren; o a los estereotipos equivocados e injustos que se les asocian, muy pocas personas pueden acceder a servicios de salud mental de calidad. De acuerdo con la ONU, más del 75% de las personas con problemas de salud mental en los países de ingresos bajos y medianos no reciben un tratamiento. Algunos gobiernos destinan menos del 2% de sus presupuestos de salud a combatir las enfermedades mentales. Esto debe de parar. Deben incrementar ese porcentaje y la inversión total en salud mental, como un elemento fundamental de la cobertura sanitaria universal y de calidad.
El rol del sector privado es también importantísimo. Un entorno de trabajo difícil o con factores que generan estrés empeora la salud mental de los empleados e integrantes de cualquier empresa. El sector privado debe impulsar una cultura en donde los empleados puedan hablar libremente sobre su salud mental y así generar un entorno de confianza para pedir ayuda en caso de ser necesario; esto es benéfico para ambas partes. En el sector social encontramos organizaciones que brindan información, orientación y soporte directamente a las personas que padecen de alguna enfermedad mental y que también colaboran con el sector público y privado en el objetivo de velar por la salud mental de los ciudadanos y empleados.
Hablar de nuestra salud mental debe dejar de ser visto como algo extraño. Una sociedad más empática, justa, abierta e informada es necesaria para lograrlo. Se espera que las necesidades de apoyo psicológico en materia de salud mental aumenten en los próximos años gracias a la emergencia por COVID-19. Por ello, hoy más que nunca, es necesario hablar e invertir en la salud mental.
