Cuando decidimos ser padres, mi esposo y yo sabíamos de sobra lo que implicaba física, hormonal, económica y emocionalmente. La enorme responsabilidad desde ese día y que sería para siempre. Pero principalmente motivados por el amor de crear juntos vida, literalmente hablando.
Tres embarazos mas que deseados enfrentando desde ese punto que todo iba a cambiar. Aceptar la partida de uno de ellos, respirar el autismo y fortalecernos con el Ballet.
Medité sobre el impacto de mi rol de madre ante ellos desde el día uno y eso sí me hizo temblar. En mis manos estaba su vida, su destino de alguna manera. Entendí orgánicamente que en la etapa de formación es cuando más requieren de nuestra presencia, nuestro tiempo, nuestro respeto y que habría días buenos y otros no tanto.
Y los ha habido. Aquí es donde se crea la confianza de padres a hijos y viceversa, los valores y muchas cosas más.
Esta etapa es de las más enriquecedoras que existe para ambos lados. Ahora en la adolescencia de mis hijos, he podido comprobar que todas esas horas valieron la pena. Hoy solo guio, refuerzo y sigo respetando.
Primordial tener presente que estamos formando para hacer personas de bien, con el fin de que en un momento dado emprendan solas su vida. Que es una etapa con limite de tiempo. Esa es la realidad y también hay que aceptarla desde el día uno.
¿Qué cuando voy a disfrutar mi vida?, ¿Qué cuando tendré tiempo para mi? La respuesta a estos cuestionamientos que tanto me han hecho a lo largo de mi camino de ser madre, es maravillosa: Esta es mi vida, esposa y madre 24/7 con todo lo que conlleva. Profesionista L.C.C titulada, cuento con un diplomado en comunicación y mercadotecnia avalados por el ITESM, corro y entreno porque soy maratonista, leo y escribo porque soy escritora y columnista activa, en preparación continua porque doy pláticas sobre la influencia de ser madre y me doy tiempo para practicar la fotografía. Así es como la madre de todas las influencias disfruta su vida, y la disfruta muy bien.
KIKI
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