Cierta ocasión me encontraba en una Pizzeria en compañía de mi hija. Nos encontrábamos en el comedor exterior y pudimos percatarnos del acercamiento de un hombre con necesidad que pedía algo de comida.
No dudé en levantarme y darle algo de alimento, solicité a un mesero traer un refresco para aquel hombre visiblemente sediento. Lo entregué y agradeciendo se alejó del restaurante. Al terminar, pedí la cuenta y noto que no viene agregado el refresco que solicité. Le hice la observación al mesero y me pide un momento, me doy cuenta que viene el gerente hacia mí. Por un instante pensé que algo pasaba, notaba algo diferente. Se acercó diciéndome que no me preocupara, que corría por su cuenta el refresco y agregó: “fuimos testigos de su obra, queremos participar y agradecerle el gesto”. Quedé enmudecida, solo salió un casi “gracias” en medio de una voz entrecortada. Jamás había experimentado algo semejante de forma casi instantánea.
Recordé la película Pay it Forward (Cadena de Favores) en la cual muestra cómo la bondad puede contagiarse incluso con pequeñas acciones creando una cadena de gestos solidarios, haciendo énfasis en el poder que tenemos de hacerlo y mejorar así el mundo.
Tal cuál como cuento mi anécdota, la cadena de favores se activó en un comedor de una pequeña pizzería. Ha sido motivo de gran lección de vida para mis hijos, deseo que también para los demás comensales que ahí se encontraban incluso para el mesero y el gerente.
La bondad se enseña y se aprende con acciones. Entendí que ese poder incrementa al ser la madre de todas las influencias formando individuos bondadosos para cambiar el mundo, tengo la certeza de que ese será un inicio prometedor.
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