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Aunque al país se lo lleve el carajo

En campaña, Andrés Manuel López Obrador prometió que la economía del país crecería un 4 por ciento anual.

Cuando concluyó el primer trimestre del 2019 y se tuvo un crecimiento de un cero por ciento, AMLO apostó a que la economía crecería un dos por ciento.  Perdió la apuesta. Al terminar el segundo semestre del 2019, al INEGI se le obligó a anunciar que habíamos crecido en 0.1 por ciento, para que oficialmente el país no declarara  en recesión. AMLO lo festejó como si fuse algo espectacular, a pesar de que en el 2014 había criticado un crecimiento de la economía del 2.1 por ciento y había asegurado que con él, las cosas serían diferentes.

Al terminar el 2019 el propio INEGI dio a conocer que el crecimiento había sido de menos 0.1 por ciento y el Presidente dijo que el crecimiento no era importante mientras hubiera bienestar, en referencia a los apoyos sociales, porque él cree que con 1,325 pesos mensuales los viejitos se dan vida de reyes y que con 900 pesos semanales los jóvenes puedan viajar por todo el mundo.

Este año la economía va a decrecer entre 3 y 6 puntos, y quizá hasta más, derivado de varios factores. El principal, la crisis económica que nos trajo el Coronavirus. Pero también el hecho de que  desde el 2019 se cayó la recaudación del IVA y del ISR, que el gobierno  se gastó más de 130 mil millones de pesos del fondo de contingencia que por más de 260 mil millones le dejó Enrique Peña Nieto y que en estricto sentido eran para hacer frente a contingencias como desastres naturales o la crisis del coronavirus, pero no para gastarse en programas clientelares.

Es decir, aún sin coronavirus la economía mexicana estaría en la lona en este 2020, pero ahora el Presidente podrá culpar al Covid-19 y a los conservadores de que su gestión sea un  fracaso. El virus le cayó de perlas para  justificar su ineptitud, aunque al país se lo esté llevando el carajo.

Tenemos un Presidente que nada sabe de cuestiones económicas por un lado, y por el otro, tiene un grupo de expertos que si le saben al tema, pero no les hace caso, o a la mejor ni siquiera se atreven a hacerle recomendaciones, por  temor a que los despida.

En los sexenios de Adolfo López Mateos, uno de los presidentes más queridos, que iba semanalmente a las funciones de box y a las corridas de toros, con poco personal custodiándolo, y con Gustavo Díaz Ordaz, que es uno de los  presidentes más odiados de la  historia, el país creció un 7 por ciento anual.

Los dos  fueron duros a la hora de enfrentar problemas. López Mateos usó la fuerza para enfrentar el problema de los ferrocarrileros y los médicos y Díaz Ordaz  hizo lo mismo con los primeros brotes de guerrilla en Chihuahua y con los estudiantes.  Tenían una visión del país diferente a la de AMLO que combate los problemas con estampitas de santos. Es lo malo de ser mocho e ignorante. Si don Benito reviviera le daría un cocote.

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