La última Navidad fue muy distinta a lo que estamos acostumbrados. Aunque celebramos el nacimiento de Jesucristo como siempre, lo vivimos como nunca: en casa y con los nuestros (una dificultad que se pudo convertir en oportunidad, dependiendo desde donde se vea).
Por su parte, el festejo por el fin e inicio de año tuvo que ser al mismo estilo. Una fiesta en y desde casa.
Remito a estas fechas porque en torno a ellas casi siempre se ven gestos de fe, de cariño, y de buenos deseos. Siempre, con la ayuda de Dios, se ve con esperanza al año que vendrá.
A mitad de enero
Aunque para muchos el 2020 se llevaría consigo los problemas de la pandemia, desafortunadamente el COVID19 todavía no es cosa del pasado. Cierto es que, aunque gracias a Dios y a la ciencia humana se avanza ya en la vacunación, la enfermedad sigue aquí.
Sin duda, esto puede ocasionar desánimo o incluso “desesperanza”. Contrario a los buenos deseos de los que ya hablamos.
Es por eso que a mitad de enero me atrevo a volver el dedo al renglón y decir: con ayuda de Dios, de la ciencia y de nuestra propia responsabilidad estamos dando pasos firmes y decisivos para salir de esta desafortunada crisis. ¡No es el momento de bajar la guardia! No ahora que se ve una luz en medio de tanta oscuridad.
Caminos para seguir
La pandemia nos tiene muy cansados y tensionados. Todos deseamos que ya termine. Sin embargo, la pandemia no es la única crisis que enfrentamos.
Antes y ahora, ya estaba el hambre, la guerra, la migración, la desigualdad, la persecución, la desinformación, la política mal encauzada, la crisis medioambiental, más un vasto etcétera. Dicho de otro modo, ya desde antes de la pandemia no vivíamos en paz.
Sin duda, este tiempo ha sacado a relucir grandes carencias y mucho del equivocado rumbo que llevamos como sociedad, sin embargo, también nos ha dejado ver que no todo está perdido.
El COVID ha puesto a la humanidad al límite, y con ello nos da dos caminos para seguir: el del egoísmo y la indiferencia del que solo busca protegerse y salvarse a sí mismo; o el de la “cultura del cuidado”, cristalizada en el ejemplo de tantos hombres y mujeres que durante todo este tiempo han puesto de manifiesto lo bueno y solidario que el ser humano puede llegar a ser frente al que sufre, el prójimo (Papa Francisco).
Creo que solo por la segunda vía es posible trabajar por sanar las heridas de la sociedad, porque solo desde un bien entendido sentido de fraternidad podemos dar pasos para la justicia y, con ello, para la paz.
Deseo de paz
Para la fe cristiana -y para muchas personas de buena voluntad-, la paz siempre es mucho más que la ausencia de guerra. Implica seriamente que todos, hombres y mujeres, vivan y sean respetados de acuerdo a su dignidad humana. La de hijos de Dios. Por eso los deseos de paz en nuestros días nunca sobran y siempre faltan.
Sin embargo, también tengo que decir, son cosa inútil cuando se quedan en “meros deseos”. La paz real, aunque globalmente necesita de una ética de solidaridad y una auténtica cooperación al servicio, nos implica a todos individualmente.
Al igual que para vencer la pandemia es preciso el trabajo de los científicos, el personal de salud, los gobiernos y nuestra propia responsabilidad para no contagiarnos y no contagiar, del mismo modo el camino para construir la paz implica trabajo desde arriba y desde abajo, desde los Estados y desde los hogares de los ciudadanos.
La paz que anhelamos será posible solo si buscamos construir una sociedad más fraterna y más humana, en la que todos seamos respetados y todos tengamos un lugar. En la que no nos hagamos sordos ante el hambriento, el sediento, el migrante, en enfermo, el que pasa frío, o el que se encuentra solo o preso (cf. Mt 25,35-36).
Estoy convencido de que esa es la sociedad que Dios desea para nosotros, no la de la enfermedad, la guerra y la muerte.
Estimado lector: no nos olvidemos de los buenos deseos del inicio del año. Mejor, al modo de San Francisco de Asís, trabajemos por estar dispuestos a ser “instrumentos de paz”.
Recordemos una vez más que desear y trabajar por la paz implica vencer también la pandemia, pues es desear y trabajar para que todos vivamos dignamente, bien y sanos… tal como Dios nos quiere.
¡No bajemos la guardia y adelante con el 2021!
Oración al Creador (Fratelli tutti)
Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.
Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas.
Amén.