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2020: El año de la fragilidad, sensibilidad y la memoria

Tal parece que el 2020 no será del todo bien recordado: encierro, limitación, enfermedad, crisis, ansiedad, soledad, dolor y muerte. El año más complejo de las últimas décadas.
Fue el año de la fragilidad pero también el año de la sensibilidad. Ambas dimensiones profundamente humanas.
Digo año de la fragilidad porque hizo abrir grandemente los ojos a muchísimas personas (incluyéndome): el ser humano es débil, vulnerable y limitado. Por más que quiera, no es supermán… tampoco es Dios.
Me atrevo a llamarlo también año de la sensibilidad porque la amenaza de la enfermedad puso a la humanidad en alerta ante la responsabilidad social, el cuidado, la solidaridad, el amor, la vulnerabilidad, entre muchos otros aspectos. Sin duda, aunque a marchas forzadas, se desatascó y desempolvó la caridad ante la crisis de la fragilidad del prójimo (cf. Mt 25,35).
Decirlo tan rápido parece un chiste, pero no lo es: la pandemia movió y movió en serio. Nos sacudió a casi todos en casi todo.
TIEMPO DESIGUAL
El tiempo nunca es igual. Presente, pasado y futuro se conjugan pero nunca se repiten. El ayer no volverá y lo vivido nadie lo quitará.
Lo importante, entonces, es qué se hace con lo vivido. Volver a la experiencia para sacar algo de ella: aprendizaje, arrepentimiento, agradecimiento, culpa, felicidad, orgullo, entre un sinfín de posibilidades.
Este año atípico ha sido duro… ¿y ahora qué?
MEMORIA
El ser humano también se constituye de su historia. Por eso, no le queda de otra que asumir lo vivido y enfrentar el futuro con ello.
Sumar el dolor de la enfermedad con los gestos de solidaridad; la soledad con los creativos gestos de aprecio desde la distancia; sumar la incertidumbre con el incansable e invaluable trabajo del personal de salud y trabajadores esenciales; sumar la dolorosa pérdida de los que ya no están con la valentía y esfuerzo de quienes lograron vencer la enfermedad; sin duda no da un resultado meramente negativo, ni una cuenta de números rojos.
Muy por el contrario, creo que la suma de todo tiene como fruto una memoria que duele pero que se abre a la esperanza. Una memoria que pesa pero que también agradece.
Una memoria que, bien repasada por el corazón (re-cordar) y con la bendición de Dios, se convierte en “garante y estímulo para construir un futuro más justo y más fraterno” (Papa Francisco).
DIOS SE OPONE AL DOLOR
Esta combinación de fragilidad, sensibilidad y memoria, no sería la misma sin la esperanza del Dios que nunca se olvida de sus hijos.
Aunque por la situación cueste creerlo, soy capaz de afirmar con toda seguridad que Dios no quiere esto. Como tampoco quiere otras tantas cosas que destruyen al ser humano, que lo “deshumanizan” o que lo matan arbitrariamente.
¿Qué podría buscar Dios del sufrimiento y la desesperación de sus hijos, a los que creó libremente y por amor? De ganar algo sería malvado y perverso. Pero ese no es el Dios que Jesucristo anuncia, el que antes prefiere darse a sí mismo por amor: Jn 3,16.
DE CARA AL FUTURO
Aunque muchos proponen lo contrario, finalmente tengo que recordar que el 2020 y el COVID todavía no son cosa del pasado. Sin embargo, no es un secreto que el nuevo año no ha acabado con la pandemia.
Más bien, con la ayuda de Dios, de los adecuados avances de la ciencia, y con una bien entendida “cultura del cuidado” lograremos dar pasos firmes para que las condiciones óptimas se den. Pero todavía no ha llegado ese momento.
Por eso, este inicio de año civil se ha de vivir con esfuerzo y paciencia para que, con nuestra responsabilidad y nuestra fe, podamos muy pronto volver a abrazarnos.
Deseo que con la ayuda de Dios, podamos salir de esta dificilísima crisis mucho más humanos y más hermanos, dando pasos más firmes hacia la paz verdadera.  Pero como diría el Papa, para esto es necesario que “no cedamos a la tentación de desinteresarnos de los demás, especialmente de los más débiles”; de modo que “no nos acostumbremos a desviar la mirada, sino comprometámonos cada día concretamente para formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros” (Jornada Mundial de la Paz 2021).
¡Adelante con el año nuevo!
PARA REZAR JUNTOS (OTRA VEZ)
Bendice, Señor, nuestra familia, para que no falte ni el pan ni la salud.
Bendice nuestro hogar, para que nunca le falte el calor del amor.
Bendice nuestro corazón, para que no se endurezca ante el que sufre.
Bendice nuestra labor, para que nos haga más responsables del otro.
Bendice nuestra vida, para que sirvamos con generosidad a quien más lo necesita.
Bendice, Señor, nuestra sociedad, para que después de esta crisis seamos más humanos y más hermanos.

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