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Derechos humanos, dignidad y Paz en la Tierra

El 10 de diciembre de 1948, es decir, hace 72 años, la ONU proclamó en París la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin duda, este documento con sus 30 artículos fundamentados en la dignidad de la persona, forman un conjunto de reconocimientos naturales, inviolables, inalienables, y universales para todas las personas. Una empresa decisiva por y para la paz. Por eso, en 1979, Juan Pablo II lo reconoció como una relevantísima señal [de esperanza] «puesta en el largo y difícil camino del género humano».

Algo de historia
Como es sabido, la Declaración no cayó del cielo. Previo a ella existen, entre otras, la «Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia» (EE. UU., 1776) o la «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano» promulgada en la Revolución Francesa (1789). Con esto es posible entender que el documento de 1948 no se lee por separado, sino como fruto y resultado de tratados, revoluciones, persecuciones, necesidades, entre un largo etcétera que se corona con los horrores de las dos Guerras Mundiales.
Todo esto, visto en conjunto y sumado a una profunda necesidad de paz, llevó a la humanidad a constituir la ONU en 1945 y, con ella, tres años más tarde, establecer un reconocimiento de derechos básicos para todos.

Libres e iguales
El artículo 1 de la Declaración pone la base para entender todo su contenido. Comienza afirmando que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», es decir, poniendo por encima la indiscutible e innegable dignidad de las personas, elimina cualquier rastro de distinción o discriminación por raza, sexo, nacionalidad, condición o credo.
El mismo artículo, además, continúa haciendo referencia a lo que la Declaración entiende por seres humanos, es decir, seres dotados «de razón y conciencia», para luego hacer explícito que lo ya mencionado hace posible un comportamiento fraternal entre todos los hombres y mujeres.

La dignidad
Esta palabra proviene de «dignitas», que los romanos la utilizaban para designar a las personas que por su importancia tenían derecho a especial respeto.
Sin embargo, como explica el profesor González-Carvajal, en el mundo moderno esta concepción cambió significativamente: la dignidad ya no se debe al cargo ni a los especiales méritos de algunos, sino al hecho de ser personas humanas.
Este entendimiento dice ya una sensibilidad muy positiva respecto a la persona en el siglo XX. Así se le ve como alguien importante y único, vivo y no ‘cosificable’, irremplazable e insustituible.
Más claro: se le ve como Alguien y no como algo.
Esto, traducido a la reflexión personalista de J. Maritain (gran promotor de la Declaración) se entiende como un «todo» compuesto de libertad, razón, historia, experiencias, contextos y relaciones.
Ahora bien, aunque la dignidad se pone como el fundamento más hondo de los derechos humanos, está claro que en el documento se asume, pero como tal no se define.
Esta ausencia seguramente responde a la gran diversidad de culturas y comprensiones presentes en la redacción del documento. Aun con esto, es de ensalzar el consenso realizado.

Paz en la tierra
La Iglesia del tiempo de Pio XII se mostró seria y distante a la Declaración. Sin embargo, el que no la reconociera no quiere decir que la descalificara. Mucho menos que negara su contenido.
En esto, la sensación entre los estudiosos es que probablemente el Papa echaba en falta la alusión a Dios en el documento o, también, que tenía especial cuidado con los «derechos del hombre» promovidos en la Revolución Francesa con (sentido anticlerical).
En cualquier caso, este silencio fue condición de posibilidad para que en 1963 Juan XXIII no solo reconociera, sino también elogiara la Declaración en su encíclica «Pacem in terris» (Paz en la tierra) dirigida a todos los hombres de buena voluntad.
Este llamado del Papa en favor de la paz mundial es significativa pues, por un lado, completa con el pensamiento católico los avances y áreas de oportunidad del documento: sostiene que el fundamento de los derechos humanos reside en el ser hijos de Dios, creados a su imagen; contempla con precisión los deberes humanos; aboga por la libre búsqueda de la Verdad y la elección del estado de vida; respalda el derecho a la migración en situaciones justificadas; vela por las relaciones éticas entre los pueblos.
Por otro, la ve como «un primer paso para el establecimiento de una constitución jurídica y política de todos los pueblos del mundo», que con esfuerzo y dedicación pueda lograr el establecimiento de una autoridad mundial que sea capaz de garantizar la seguridad, la justicia y los derechos en todas las naciones.
[El profesor antes citado hace una estupenda comparación entre la Declaración y «Pacem in terris»].

Encuadre final
Aunque sobrevolé mucho contenido en pocas líneas, cabe hacer algunas precisiones finales para terminar de dibujar un encuadre general a la Declaración:
– Aunque el documento de 1948 enuncia los derechos humanos, no están todos comprendidos en ella. Hay otros que salen de sus posibilidades y contexto.
– Ejemplo de lo anterior sería que aunque en el documento se enuncian los derechos civiles y políticos, que pretenden la libertad, no se recogen los derechos económicos y sociales, que pretenden la igualdad; tampoco los derechos de los pueblos, que pretenden la fraternidad. Estos tres grupos de derechos también son humanos y fundamentales (son reconocidos más tarde).
– Aunque sin duda se puede percibir en el espíritu de la Declaración un deseo de paz mundial, éste solo podrá realizarse cuando verdaderamente sean respetados los derechos de cada ser humano, rico o pobre, y los derechos de cada pueblo, desarrollado o no.
– Los derechos humanos son reconocimientos que brotan de la dignidad y no otorgamientos concedidos por un Estado o alguna instancia superior.

Podría traer aquí otros detalles, sin embargo, creo que es posible concluir este repaso con parte del urgente llamado a la paz del Papa Francisco y el Secretario de la ONU (en 2019): «No podemos permanecer indiferentes ante la dignidad humana pisoteada y explotada, a los ataques contra la vida humana, sea la que todavía no ha nacido sea la de cualquier persona necesitada de cuidados. (…) Es necesario reconocerse miembros de una única humanidad», hermanos, hijos de un único Padre.
Sinceramente yo también deseo que demos pasos decisivos hacia la paz mundial.
¡Feliz día de los derechos humanos!

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