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Bob Schalkwijk, fotógrafo todoterreno

El holandés Bob Schalkwijk, de 88 años, hizo de México su casa desde los años 60. Incansable viajero, ha recorrido con su cámara 47 países

Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- Bob Schalkwijk, de 88 años, hizo su primer viaje a la Sierra Tarahumara en abril de 1965, a bordo de su Jeep Willys Wagon, que aún conserva en su casa. Un trabajo que el fotógrafo holandés publicó una década después de manera independiente bajo el retador título: ¿Podrías vivir como un tarahumara? Había sido testigo de sus duras condiciones de vida.

Su oficio se ha guiado por una norma: no ser intrusivo, comparte en entrevista.

Y eso se refleja en sus fotografías de los rarámuris, quienes no parecen sentirse intimidados por la lente del fotógrafo. Schalkwijk (Rotterdam, 1933) siempre pide la autorización para retratar, aunque eso signifique en ocasiones recibir negativas.

“Nunca soy un intruso”, ataja. “La fotografía es hacer una reproducción a través de mi ojo, de mi mente”.

En el primero de sus 17 viajes a la Sierra Tarahumara, la intermediación de un jesuita fue clave para poder trabajar; casi siempre los rarámuris accedieron a ser fotografiados.

“Un señor al que años después de esa primera visita le di una fotografía, me dijo: ‘Ése no soy yo’. Nunca se había visto en un espejo”, comparte.

En su proyecto sobre los Tarahumaras, uno de sus trabajos más reconocidos, desarrollado a lo largo de cinco décadas, hasta 2015, asoma también su fascinación por las montañas.

En los Países Bajos, dice, hay una sola montaña, de 300 metros de altura, mientras que en México se encontró con un territorio accidentado. Veía a los rarámuris subir y bajar corriendo por la sierra.

Esos contrastes geográficos también son capturados por la lente de Schalkwijk.

EL CONTACTO CON MÉXICO

En la revista Esquire leyó un día que en Ajijic, Jalisco, una pareja podía vivir por 150 dólares al mes, y decidió viajar a México y aprender un poco de español.

“Todavía estoy en eso”, se ríe al otro lado del teléfono.

Estaba a la mitad de sus estudios como ingeniero petrolero, pero no había trabajado en los oleoductos. Ese viaje de 1959 al sur, en compañía de un amigo, resultó definitivo. “Me enamoré del País y su gente”.

Schalkwijk es un fotógrafo todo terreno. Si no al volante de su jeep, se le podía ver a caballo. “No soy hombre de oficina”.

Ha viajado a 47 países, pero México, donde vive desde los 60, es el que más ha fotografiado.

“El viaje es parte de mi vida”, dice el fotógrafo, aficionado desde adolescente a la revista National Geographic. “Cuando te gusta viajar, el arte está por todos lados: las iglesias, las casas”.

Aquí se estableció en 1961, cuando se casó con Nina Lincoln, su mancuerna de trabajo y madre de sus hijos. Tuvo que pagar una “buena lana” para hacerse de la línea telefónica de una farmacia para poder ser contactado por posibles clientes.

Comenzó con un pequeño cuarto oscuro en su departamento en Coyoacán, y años después construyó propiamente un estudio donde ya pudo disponer de dos cuartos oscuros y otra parte para colocar ciclorama para laborar en sesiones.

Sus proyectos fotográficos abarcan desde el México de los años 60 como la fotografía de arte. Tuvo, por ejemplo, el encargo de registrar los murales de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Y en sus primeros años, a falta de un estudio, fotografiaba a los artistas en su propio lugar de trabajo, algo singular en la época.

En 1994, fotografió el diario de Frida Kahlo, por primera vez publicado en 1995.

Su labor ha fructificado en 100 libros y catálogos para museos y exposiciones.

Cuenta que su afición a la fotografía data de cuando tenía 14 años, justo después de la Segunda Guerra Mundial, aunque tuvo un aprendizaje autodidacta a partir de publicaciones como Agfa, Kodak Color Data Book.

“Vendía mis fotografías a diez pesos. No era una buena cantidad”, recuerda con humor.

En su biografía se anota que vendió su primera fotografía, un retrato de Louis Armstrong, durante un concierto en Amsterdam a los 16 años.

Schalkwijk se mantiene activo, en la organización de su archivo.

“Aunque a mi edad, 88, ya no puedo correr ni caminar y llevar tres o cuatro cámaras, aunque con lo digital es nada más una (cámara). También la gente no me da trabajo, piensan que soy viejo. Y tienen razón, ¿verdad?”.

EL GOLPE DEL 85

El terremoto del 19 de septiembre de 1985 sorprendió a Schalkwijk junto a su familia en su casa en Coyoacán. Tomó su bicicleta y con su asistente Javier Tinoco salió a fotografiar la devastada ciudad.

“Terminamos la jornada a eso de las 7 de la noche, estábamos agotados y, por suerte, encontramos un VIPS abierto. Volvimos al sur, a Coyoacán, en donde se encuentra mi estudio, y Tinoco comenzó a revelar los rollos en el laboratorio.

“Hicimos las hojas de contacto, la selección de las mejores tomas y, a primera hora, aún en la madrugada, me dirigí al aeropuerto de la Ciudad con un objetivo: hacer llegar las tomas de lo sucedido a mi agencia en Nueva York, Black Star”, narra el propio Schalkwijk en su blog.

El fotógrafo, sin poder usar los servicios habituales para el envío, fue al aeropuerto y, entre los pasajeros que esperaban para documentar en el vuelo a Nueva York con Eastern Airlines, se acercó a un hombre de traje que le pareció confiable. Le pidió su ayuda para entregar el material en su agencia y le entregó 25 dólares para el taxi.

Sus fotografías jamás fueron entregadas.

“Una tragedia también para mí, perdí muchas fotografías del primer día, las mejores. Son golpes y eso ha pasado; no una vez, sino varias veces”.

Ese golpe, sin embargo, reforzó su convicción de preservar su archivo. Con el estímulo del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales, antes Fonca, trabaja ahora en su catalogación y digitalización. Hay ya 54 mil imágenes en línea y falta por digitalizar medio millón.

Y actualmente expone la muestra Paisajes de agua, en la galería del Seminario de Cultura Mexicana, donde reúne 24 fotografías tomadas a lo largo de sus viajes por Holanda, Myanmar, Vietnam, la Antártica y México, además de una serie de 42 imágenes del Mar de Cortés, recuperadas con la digitalización del archivo fotográfico holandés.

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