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Tres sistemas políticos

En el contexto democrático mexicano, tan solo existen, o son válidos, tres sistemas políticos: El parlamentario, el actual presidencialista y el semi-presidencialista, o semi-parlamentario, según se quiera poner el acento, o la preponderancia. Esto viene a tema por las repetidas insistencias de ciertos grupos de la izquierda mexicana que consideran que a México le vendría bien un sistema político parlamentarista.

Podría pensarse que este tema es discutido tan solo en la academia y la investigación científica en materia de ciencias sociales. Sin embargo cabe decir que el punto ha permeado considerablemente en los partidos políticos y sus élites ideológicas, ya que piensan que, en el sistema parlamentario es más fácil construir gobernanzas de coalición, y con esto, distribuir de mejor manera el poder.

Además de que en los cada vez más frecuentes casos, de elecciones muy competidas, el sistema parlamentario permite que las diferencias e inconformidades entre el partido-candidato ganador y los perdedores, sean resueltas en las urnas por los propios ciudadanos, y no en órganos administrativos y tribunales de lo contencioso electoral. En los que por cierto se subordina a leyes y reglamentos menores, la intención real y original del ciudadano al votar.

Es decir, el ciudadano deposita su voto por tal o cual candidato y partido, porque considera que es la mejor opción para él, o el país, no para que su decisión la traigan en litigios y sujeta a que si una marca está totalmente dentro de un cuadro determinado del formato, o que si una fecha administrativa perentoria invalide el voto emitido. Eso al parecer de muchos es una falta de respeto hacia la decisión tomada por el ciudadano al emitir su voto, bien que la ley y la propia constitución tutela.

Indudablemente que las razones esgrimidas por los pro-parlamentaristas, son de auténtico valor, y de elemental sentido común, ya que todo esto, alienta y encamina la mejor calidad de las instituciones democráticas. Ejemplo claro lo tuvimos recientemente en España, país en el que las fuerzas políticas, después de una muy competida elección, no atinaron a ponerse de acuerdo en la distribución del poder y formar gobierno.

Por lo que el jefe de Estado, promovió en dos ocasiones sucesivas, elecciones extraordinarias para que el voto ciudadano decidiera y así, formar gobierno, al final el Rey como titular de la primera magistratura, procuró y logró la avenencia de las fuerzas políticas y mediante una coalición de partidos se logró redistribuir el poder en mejores condiciones de equilibrio.

Cosa que no alteró la vida democrático-administrativa del país, pues las instituciones demostraron fortaleza legal y constitucional, y resistieron perfectamente el desacuerdo político en el parlamento. Cosa que no sucede con frecuencia, en los sistemas presidencialistas, más proclives al autoritarismo vertical, y en los semi-presidencialistas, en los que el ejercicio del poder es un poco más horizontal, aunque ciertamente insuficiente, pues se requiere la intervención de autoridad administrativa y judicial para dirimir diferencias, muchas veces atropellando la voluntad original del elector.

Sin embargo, señalan quienes no comparten la visión del parlamentarismo como régimen de gobierno, que para alcanzar éste, se precisa, de confianza ciudadana, de instituciones bien consolidadas, y antecedentes culturales en ese sentido, entre otras condiciones fundacionales.

Tal vez, hay razones claras en ambas partes del debate, en tanto no se apoye la solvencia del presidencialismo, en el ejemplo de Estados Unidos, ya que en ese país, el sistema económico y político está perfectamente definido desde su fundación, es una nación democrática, de derecho y de libre empresa, sucesos que permitieron el bipartidismo político y el régimen empresarial.

En cambio en México y otras naciones latinoamericanas, esos componentes refundacionalistas del Estado, están aún en formación y redistribución, como parte del atávico subdesarrollo. Por ejemplo, en México apenas se está construyendo o creando el mercado energético, de telecomunicaciones, electrónico y otros, cimientes de las instituciones y leyes regulatorias respectivas. Son estos , elementos básicos para el desarrollo económico capitalista, y para la configuración política nacional.
NOS VEMOS Y LEEMOS EL PRÓXIMO MARTES.

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