En la recién transcurrida semana solo hubo un día de clases, como consecuencia del intenso frío que vivimos. El lunes los chamacos fueron a la escuela de manera normal, pero el martes hubo mucha inasistencia al amanecer a 1 grado centígrado. Ese martes las autoridades educativas anunciaron que el miércoles se suspendían las clases, pues amaneceríamos a 0 grados, y que el jueves y viernes era decisión de los padres de familia si llevaban o no a sus hijos a los planteles educativos, pues amaneceríamos entre 1 y 5 grados de temperatura. El jueves amanecimos a 1 grado, y nadie fue a la escuela, pero el viernes amanecimos a 4 grados, y aunque fueron alumnos, estos fueron regresados por los maestros bajo el argumento de que había poca afluencia estudiantil y que no tenía caso que estuvieran, esto pese a que se dijo en el comunicado emitido que se estaría recibiendo a los alumnos que fueran.
El caso es que se suspendieron cuatro días las clases por el frío, en lo que representó la segunda semana de actividades tras las vacaciones decembrinas que fueron de dos semanas y media. Y cierto es que pudo estar justificado, pues el frío fue intenso. De hecho muchas madres de familia justificaron el hecho en redes sociales, manifestando que más vale perder clases a que los niños se enfermen. Claro que tampoco faltaron quienes dijeran que en otras partes del mundo hay más frío que aquí y no se suspenden las clases. Y en este aspecto me llamó la atención el comentario de una mamá en sentido de que no podemos hacer comparaciones, ya que por ejemplo en Estados Unidos las escuelas están muy bien acondicionadas, en comparación con las que hay en México.
Tocante a esto difiero un poco, porque en este sentido hoy en días las escuelas están mucho mejor acondicionadas que como estaban antes, y antes no se suspendían las clases aunque la temperatura marcara bajo cero.
A mí en lo personal me tocó pertenecer a una generación en que la suspensión de clases solo se daba en los días festivos marcados en el calendario electoral, y peor aún me tocó ser de los que se iban a pie a la escuela y en la temporada invernal, cuando el frío calaba hasta los huesos, ahí íbamos tapándonos la cara con los mismo libros que llevábamos en las manos, porque hasta eso, en aquel entonces quien portara mochila era niño rico.
Yo aún tengo muy gravado en mi mente una vez en que el frío era tan intenso, y había un viento fuerte, que sin exagerar daba cuatro pasos y me regresaba uno, porque el viento me jalaba, tal y como se ve en las películas con los que caminan en tormentas de nieve. Y llegábamos a los salones y estos eran unas congeladoras, y teníamos que calentar los pupitres como quien calienta una taza de baño, y aparte las aulas tenían vidrios rotos y el aire se colaba por doquier, pero aún así ahí estábamos en la escuela, porque no había suspensiones de clases y quien faltaba recibía se le marcaba su falta sin contemplaciones. Y sobrevivimos. Claro que nos enfermábamos, como es normal, pero al rato sanábamos, como es normal, y no pasaba nada. Desgraciadamente ahora vivimos en una generación de sobre-proteccionismo, de solapar de más a los chamacos, y en gran parte esto se debe a la flojera de algunos padres de levantarse y cumplir con las obligaciones que conllevan el preparar al chamaco para mandarlo a la escuela, por lo que es más cómodo justificar que hay mucho frío, para no levantarse de la caliente cama.
Un maestro jubilado comentó también en redes sociales que los chamacos de hoy están creciendo sin obligaciones y compromisos, debido al sobre-proteccionismo, disfrazado de flojera. Flojera de algunos padres, que no se quieren levantar a atenderlos, vestirlos y darles de almorzar; flojera de algunos maestros, que no quieren dar clases y por eso regresan a los pocos alumnos que sí van a la escuela aunque haga frío y flojera de algunos alumnos que precisamente prefieren quedarse en casa en vez de cumplir con el único compromiso que tienen, es que es el de estudiar. Tal vez esta generación en un tiempo no muy lejano paralice las actividades del país cuando haga frío, pues ante las gélidas temperaturas no querrán ir a trabajar, porque eso es precisamente lo que sus padres y maestros, les están enseñado.
