De José Antonio Meade su formación académica y su paso en el sector público, son su mejor carta de presentación. Su fama de hombre honesto y de resultados positivos, lo precede. Además es personaje de bajo perfil, alejado de los conflictos.
A sus 48 años, en su currículo incluye ser economista egresado del Instituto Tecnológico Autónomo de México y abogado por la UNAM. Es también doctor en economía por la Universidad de Yale, donde ha sido profesor en economía.
Como funcionario, Meade fue Secretario de Energía y Secretario de Hacienda en el sexenio del panista Felipe Calderón y con el priista Enrique Peña Nieto, empezó como Secretario de Relaciones Exteriores, después Secretario de Desarrollo Social y actualmente se desempaña como Secretario de Hacienda.
No milita ni en el PAN, ni en el PRI ni en ningún otro partido. Panistas y priistas lo integraron a su equipo por su probada capacidad profesional.
El PRI acaba de aprobar una reforma a sus estatutos para quitar el candado de que el candidato presidencial cumpla con el requisito de tener 10 años de militancia. Se aprobó la figura de candidato simpatizante, de candidato externo, como sería el caso de Meade, a quien parece ir dirigida esta reforma partidista. El tiempo dirá si la reforma priista lo tiene como destinatario o si se trata de una estrategia de otro tipo.
Ahora que para ser franco, con la eliminación de este candado, más atractivo para el PRI y el país en general sería la postulación de personajes como Juan Ramón de la Fuente o Carlos Slim.
¿Se imagina a cualquiera de los dos al frente del país? Actuarían como estadistas, visualizarían al país no por los próximos 6 años, sino por varias décadas.
Desde Lázaro Cárdenas, México no ha tenido al frente del gobierno a un estadista y eso ha contribuido a nuestro pobre desarrollo económico.
Cárdenas, como todo ser humano, tuvo virtudes y defectos, pero en su sexenio consolidó las instituciones, sacó al sector militar del PRI, alentó la creación de la CTM, nacionalizó el petróleo, abrió las puertas a los refugiados españoles y con ello llegaron hornadas de intelectuales, creó el Instituto Politécnico Nacional, instituyó la educación socialista, entendida esta como una educación científica.
Cuando dejó el poder se fue a su casa, no intentó manipular ni a su sucesor ni a nadie.
Ya es hora de que al frente del gobierno de la República lleguen estadistas que le den continuidad a lo hecho por su antecesor y que hagan que los mexicanos nos sintamos orgullosos de sus gobiernos, similar a lo que ocurre en Estados Unidos, en el que sus ciudadanos admiran, respetan, aprecian y reconocen el esfuerzo de cada uno de sus ex presidentes. En cambio aquí, a los ex solo los quiere una minoría.