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Recuerdos y aguacates

Me encanta el aguacate. Es uno de mis frutos preferidos, y que por fortuna se puede acompañar con tantos otros alimentos. Sin embargo para mi desgracia, y la de muchos otros amantes del aguacate, este fruto tiene que estar en su punto para disfrutarlo plenamente. Y por lo regular cuando vas al supermercado o lo encuentras aún verde, o lo encuentras pasado, casi nunca lo encuentras en su punto, y si por casualidad encuentras uno así, serás muy afortunado. Creo que la mayoría compramos los aguacates verdes, y los maduramos en casa. Desgraciadamente al madurar todos al mismo tiempo, si no los consumes se hacen aguados y su carne se torna negra, nada gratamente digerible, y terminan en el cesto de la basura ¡y con lo caro que está el aguacate! Es un desperdicio. Justamente hace unos días me tocó sacar del refrigerador tres aguacates ya aguados, inservibles, y lamenté el hecho, sobre todo porque en ese momento quería probar dicho fruto, y pues evidentemente no se pudo. Y entonces rumiando mi coraje por el malogrado hecho recordé a mí ya finado Tío Pedro, ese hombre del que tanto aprendí con solo ver su actuar. Mi tío, siempre fue un hombre callado, pero sabio, con esa sabiduría que solo dan los años, y nada más, porque nadie nace sabiendo, todos aprendemos conforme el paso del tiempo, y por lógica entre más pasa el tiempo más sabemos, más aprendemos, más razonamos, y a la vez también más nos equivocamos, porque el equivocarnos también forma parte de la experiencia, de la sabiduría. Yo recuerdo que a mi tío también le gustaba mucho el aguacate, y todos los días, al salir de su trabajo, se dirigía al centro de la ciudad a bordo de su vieja bicicleta, concretamente a la ya desaparecida Frutería González, del entrañable señorón, Don Manolo González, quien siempre presumió, y presumió bien, de tener los mejores aguacates de la frontera. De hecho ese era el eslogan du frutería, y era muy “adoc”, pues efectivamente el señor González vendía los mejores aguacates de la frontera, traídos de sus huertas de Sabinas Hidalgo, Nuevo León, y otros alrededores. Unos aguacatotes que si juntabas dos se pasaban del kilo. Aún recuerdo aquellas cajeras que aparte de cobrar se enseñaron a quitarle el hueso al aguacate, pues muchos gringos venían a comprarlos, y como no podían pasar el hueso al estar esto prohibido por las autoridades migratorias de los Estados Unidos, se los quitaban y los pasaba “deshuesados”, aunque eso sí, tasajeados a la mitad, o semi-tasajeados, porque había quienes como cualquier médico quirúrgico, les quitaban el hueso haciendo solo un tajo en el fruto. Y así pues mi Tío Pedro, todos los días iba en su “bici” por un solo aguacate, pero eso sí, bien grandote, a la Frutería González. Y yo al verlo llegar a la casa me preguntaba cómo era posible que todos los días hiciera el recorrido pedaleando desde su trabajo, situado en la colonia Victoria, al centro de la ciudad, para comprar un solo aguacate, y luego dirigirse a la colonia Mirador, donde vivíamos, porque en aquel entonces yo vivía con mis padres y mi hermano Chava, en una casa contigua a la de mi tío, y por eso lo veía llegar con su solitario aguacate, ¡de lunes a viernes, y a veces hasta los sábados! Y no fue sino hasta ahora, en que entiendo que los aguacates si no les das el debido cuidado, pero sobre todo si no les comes en tiempo y forma, se echan a perder, es que comprendo por qué mi Tío Pedro iba todos los días a comprar un solo aguacate, mismo que disfrutaba en todo su esplendor, y no tenía que andarse preocupando por los aguacates dejados en el frutero de su mesa, o en la caja de frutas de su refrigerador, si es que los compraba por varios. Entiendo ahora que era un hombre que disfrutaba el momento, y a la vez no tenía pérdidas. Era un hombre sabio, sin prisas, y que comía bien, porque quería lo que quería comer. Lo extraño. Lo extraño verlo llegar en su bicicleta, bajando su aguacate, al igual que de vez en cuando un queso, o la comida de su perico, que por tantos años le acompañó. Ya son varios años que murió, como ya son varios años que la Frutería González cerró. Aguacates buenos de vez en cuando hallamos, pero lo que no hallamos ya son aquellos que ya se fueron, como mi Tío Pedro, como Don Manolo, y como los negocios que hicieron historia en la ciudad, como la referida frutería de esta historia que he contado hoy.

P.D. Hace poco alguien me dijo “te estás haciendo sabio”, y yo le contesté, “no, me estoy haciendo viejo”. Días después alguien me dijo, “te estás haciendo viejo”, y yo le dije, “no, me estoy haciendo sabio”.
Todo es de acuerdo al color con que mires la vida.

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