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Nuevo Laredo: valentía,  «mexicanidad» y memoria

El mismo nombre de nuestra ciudad nos hace ver que en su historia hay otra que la fundamenta, de modo que pensar en Nuevo Laredo nos lanza la mirada a buscar un «viejo Laredo». Así, para ahondar en los inicios propios tenemos que pensar en la Villa de San Agustín de Laredo, perteneciente a la provincia de Nuevo Santander del virreinato de la Nueva España, y que fue fundada del lado norte del Río Bravo por la expedición del capitán Tomás Sánchez y autorizada por el cántabro Don José de Escandón el 15 de mayo de 1755(1) , así se lee en la fachada de la ahora Catedral de San Agustín (desde el año 2000). Esta Villa es hoy, y desde aproximadamente 1848(2) , nuestra vecina y hermana mayor: la ciudad de Laredo, Texas, USA.
Ahora bien, tampoco es novedad que ésta también ha recibido su nombre en memoria de otra y, por tanto -lo mismo que al inicio-, tenemos que lanzar la mirada en búsqueda del «Laredo más viejo»: Laredo en el norte de España, en Cantabria. De este poblado, «la primera referencia escrita (…) se remonta al año 968, en la que se indica su existencia en el año 757 como poblado de pescadores»(3) , más tarde se hace referencia a Laredo en un documento que se recoge en el Cartulario del Monasterio de Santa María del Puerto de Santoña, donde se entrega a dicho monasterio la iglesia de San Martín de Laredo [= San Martín de Tours] y su cementerio (1068)4. Sin embargo, no es hasta el año 1200 cuando el Rey Alfonso VIII le concede el título de villa real con jurisdicción propia(5) . Pues bien, con este primer Laredo no compartimos solo el nombre, sino también una especial y estratégica situación geográfica al límite del territorio. Así, el Laredo más viejo, era un punto de entrada y salida marítimo del reino, razón que le permitió ser testigo del paso de grandes personas, por ejemplo, Juana La Loca, hija de los reyes católicos, en su camino a Flandes para desposarse con el archiduque de Austria, Felipe El Hermoso, o del paso del gran Carlos V, hijo de Juana y Felipe, en su camino a Yuste, por mencionar personas relevantemente conocidas. Interesante es que compartimos la misma característica con el «Laredo menos viejo», que es límite y paso de un país… o de dos.
Ahora bien, con este brevísimo y quebrado recuento podemos darnos cuenta de que Nuevo Laredo, es la suma de una historia compartida, que en ningún caso puede ser echada al saco del olvido, ya que es sobre ésta y sobre sus situaciones históricas donde se forja su propia identidad: frontera, reto y «mexicanidad»(6) .
En mi caso, aunque he conocido diversas versiones de nuestra fundación y algunas de ellas están plasmadas en obras de arte, por ejemplo en el mural de las instalaciones de  COMAPA [Comisión Municipal de Agua Potable y Alcantarillado], en pinturas o en leyendas, todas ellas coinciden en esencia: los pobladores de aquel Laredo, que «era la única de las villas del norte que tenía el centro de su fundo legal y sus edificios de gobierno en la margen izquierda del río»(7), antes, durante y después de la guerra entre Estados Unidos y México (1846-1848) y la firma del tratado Guadalupe Hidalgo (1848), se defendieron como mexicanos, y como tales contemplaron el «hecho terrible» de la pérdida, desplazándose al otro lado del Río, para no perder su nacionalidad, ya que la tenían como «cuanto tienen de más apreciable», así «lo atestiguan las circunstancias, determinaciones, las palabras y los documentos»(8), dando el paso a fundar, en una fecha que aproximamos al 15 de junio de 1848, otro Laredo -el que años más tarde se llamaría «Nuevo Laredo»- en el primer cuadro de nuestra actual ciudad. Por supuesto -me parece importante recordar-, tenía como uno de sus puntos centrales -como era normal- un templo para la celebración de los sacramentos, en este caso dedicado al Santo Niño, que, como el nuevo poblado, se inició con precariedad pero luego adquirió una bella estructura -muy parecida a San Agustín- que se ha ido modificando a lo largo de las décadas, conservando a su patrono el Santo Niño, traído de Villa de Revilla, el hoy desaparecido «Guerrero Viejo» -citando de memoria a Rafael García Ortega-.(9)

En cualquier caso, y como sea que haya sido, podemos ver que las familias -que hoy recordamos como «los Fundadores»- con coraje y valentía establecieron un poblado que ha ido creciendo en años y en territorio, pero que no ha perdido la «mexicanidad» que la distingue, aun en los momentos de fracaso y dolor [ni anteriores ni actuales], así como tampoco su ser frontera y punto de relación con el otro lado del Grande y Bravo Río, es decir, con su hermana mayor: la ciudad de Laredo, Texas, el «Laredo menos viejo».

La historia nos deja ver esto, y, con ella en el corazón, considero que no podría ser de otro modo, ya que esta relación es la que permite -por ser ambas ciudades límite e inicio de un país- la comunicación cordial y estratégica para convivir como hermanos de una misma familia, y ser el punto en común entre dos culturas, pensamientos y nacionalidades hoy distintas, que, con respeto y atención, se encuentran y se cuidan una a la otra: en la diversidad de sus países y contextos trabajan a una. Sin duda, a esto también es imprescindible sumar que la unión de ambos Laredos constituye uno de los puntos más altos en la fluidez económica de México y Estado Unidos, donde uno y otro se necesitan. Por eso, no es posible pretender cambiar la historia disociando a dos hermanos que desde que existen han estado juntos y comparten una misma fuente de vida, representada en un río, y corazón unido, representado en un puente. Es decir, en ninguna circunstancia se puede permitir que la esencia de Laredo -ni del mexicano ni del norteamericano-, que es ser paso, puente y unión, se mutile para convertirla en un mero límite, así como un callejón donde los grandes muros no permiten ver la salida.

Con este pequeño escrito no pretendo hacer una crónica histórica, ni mucho menos abarcar todo lo que comprende a nuestra ciudad, sino hacer ver que Nuevo Laredo se ha fundado y ha vivido 171 años por y en la defensa de su «mexicanidad», con su corazón y su bandera, con frente en alto y sin titubear, pero también con cordialidad y acogida de todo hombre y mujer que pasa por esta frontera, de hecho, así lo recoge don Manuel Ceballos Ramírez citando la descripción de la gente del noreste de Manuel Payno: pobladores de «una franqueza y amabilidad grandes»(10).
Qué el Espíritu Santo, a quien está dedicada nuestra Catedral (6 de noviembre de 1989), nos ilumine para sostener con valentía nuestra «mexicanidad», que, aunque amable, fraterna y servicial, se ha de distinguir y respetar con toda firmeza… ¡Feliz 171 aniversario!

1 Cf. «The history of Laredo», en: www.ci.laredo.tx.us/history.html;
2 Cabe mencionar que entre el 17 de enero de 1840 hasta el 6 de noviembre del mismo año, Laredo fue capital de la fugaz República del Río Grande, que comprendía algunos territorios Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y algunas partes del actual Texas.
3 «Historia», en: www.laredoturismo.es/conoce/historia/
4 Juan Abad Barrasus, El monasterio de Santa María del Puerto (Santander: Institución Cultural de Cantabria, 1985), 70.
5 Cf. «Laredo, un poco de historia», en: http://www.laredospain.com/historia/https://www.laredoturismo.es/conoce/historia/
6 Manuel Ceballos, «La conformación del noreste histórico mexicano: larga duración, identidad y geopolítica», Secuencia 65 (2006), 27.
7 Ceballos, 23.
8 Ceballos, 21.
9 Me parece importante señalar que ambos poblados se ubican en el actual Estado de Tamaulipas, cuyo nombre viene del huasteco y es etimológicamente interpretado por muchos como «lugar donde se reza mucho».
10 Ceballos, 18.

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