“No se dice ler, se dice leer”, corrigió una alumna de primaria, de la que solo se sabe se llama Andrea, al Secretario de Educación, Aurelio Nuño, quien en tres ocasiones, invita a los estudiantes a “ler”.
El video, que dura 32 segundos, fue replicado prácticamente por todos los noticieros de televisión y con mayor razón en las redes sociales, donde se hace mofa de la mala dicción del principal responsable de dirigir las políticas públicas en materia de educación.
Ciertamente este tipo de errores los cometemos todos. El señor Andrés Manuel López Obrador es el mejor ejemplo de ello. Suele cometer errores ortográficos cuando habla.
Por supuesto, no es lo mismo que incurramos en errores de dicción en la intimidad del hogar o con los amigos, a hacerlo en público como lo hizo Aurelio Nuño. Con el agregado de que a usted y a mí, nos pagan por educar a los niños y jóvenes mexicanos, y a él sí. Eso es lo que le da seriedad a su error de dicción.
Claro, el tema también se presta para recordar que Nuño no es un académico de carrera. Es un improvisado en el área educativa y su mérito es ser cuate del Presidente Enrique Peña. Por eso la educación pública en México suele ser más mala que buena.
En el caso de la Secretaría de Educación, una revisión de los personajes que han estado al frente de esa dependencia, permite apuntar que los que mejor se han desempeñado han sido escritores que combinaron su gusto por las letras con la educación.
Justo Sierra, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet y Agustín Yañez, son los secretarios que más destacaron en su momento. Aplicaron políticas que en su momento fueron exitosas. De poco serviría que en la época actual Aurelio Nuño emprendiera un proyecto de impresión masiva de libros de autores clásicos griegos o latinos, en un país de 120 millones de habitantes, en el que el promedio anual de lecturas anda en tres libros. Aún en la década de los años 20 del siglo 20, un proyecto como ese le fue criticado a José Vasconcelos y sin embargo se empeño en seguir adelante, convencido de que a mayor educación, mejor se vive.
Para que los niños mexicanos tengan acceso a una mejor educación, los padres tienen que establecer sus propias políticas para que sus hijos tengan éxito. No pueden ni deben dejarle esa tarea a un gobierno empeñado en ofrecer una educación elemental en la que no se busca la excelencia, más que en el papel, porque luego resulta que los que tienen un 10 perfecto, no pueden adaptarse al cambio de nivel escolar, porque una cosa es que un maestro regale dieces y otra que el alumno haya absorbido la educación recibida.