La manera en que llamemos a nuestros hijos la llevarán consigo durante toda su vida, incluso pueden marcar su destino.
¿Tanto poder tenemos? Sí, puesto que nuestra opinión para ellos es muy importante. Cada afirmación buena o mala será de gran trascendencia en su futuro, porque si lo dice papá o mamá es verdad. Nos dirigimos a ellos con expresiones tan cotidianas, sin pensar en como lo interpretan, un ejemplo en particular es en tomar una característica física, emocional o intelectual para llamarlos. Elegir un adjetivo calificativo que puntualice aquella “característica” ya sea por la estatura, el peso, color de piel etcétera puede comenzar de manera indefensa, pero a larga existe una posibilidad de que crezcan convencidos de que son esa característica y nada más, ganándose un sobre nombre por el resto de sus vidas.
Habrá casos en los cuales un apodo no cause gran problema, sin embargo, hay quienes son más susceptibles a este tipo de situaciones, aunque sean sin dolo y en tono de broma. Como resultado, adultos inseguros y luchando por cambiar u ocultar aquella “característica” que durante años mamá se encargó de recalcar y hacer alusión de ella, incluso utilizarla como sobre nombre.
Me parece que los complejos e inseguridades, nacen en la etapa formadora, y lo más triste es que en la mayoría de los casos nosotros sus padres o tutores somos los responsables. Si nos enfocamos en reforzar su seguridad desde pequeños, comenzando por hacerlos sentir aceptados más allá de cualquier característica, por más sobresaliente que esta sea; resaltando sus fortalezas y demostrar nuestro amor hacia ellos, así como utilizar afirmaciones positivas dará como resultado hijos seguros y los ayudará sin duda a enfrentar al mundo. Reflexionemos sobre como los llamamos. Tengamos presente que somos la madre de todas las influencias y esto será para siempre.
KIKI gacigue@gmail.com