Al Presidente Andrés Manuel López Obrador le gusta decir que el pueblo pone y el pueblo quita.
Está convencido de que lo que él llama pueblo –los pobres—lo adoran y que si en el 2021 se somete a una ratificación de mandato, va a ser aprobado en un alto porcentaje, quizá de un 200 o 300 por ciento, por aquello de la multiplicación no de los peces, sino de los votos.
Haya consulta para ratificación, organizada por Morena o por el INE, va a ser aprobado, porque sería un ejercicio amañado, a modo.
Ahora que si fuese una encuesta real, ¡cuidado!, en una de esas los participantes piden que López Obrador se vaya a su casa.
Ya vimos cómo una turba lo abucheó al ser inaugurado el estadio de beisbol de los Diablos Rojos. Fue una rechifla natural, pues la gente pagó por ver un juego de beisbol.
Ahora que si la ciudadanía opinase que López Obrador debe dejar la presidencia de la república, el pueblo no decidiría a su sustituto. Sería el Congreso quien lo hiciera, respetando el mandato de la Constitución General de la República.
Si por alguna razón el Presidente tuviese que ausentarse de manera permanente, por fallecimiento, enfermedad o renuncia, y esto sucediera en los dos primeros años del mandato, en su lugar entraría el Secretario de Gobernación y en un período no mayor de 60 días convocaría a elecciones.
Si la ausencia del Presidente fuese después de dos años de ejercicio, el Congreso nombraría un sustituto que terminaría el mandato, es decir no habría nuevas elecciones.
Todo eso de que el pueblo pone y el pueblo quita, es retórica.
Si el Presidente está convencido de que a él lo eligió el pueblo, igual hizo el pueblo con Peña Nieto, con Calderón, con Fox. Y si el pueblo se equivocó con Fox, con Calderón, con Peña Nieto, el tiempo dirá si también se equivocó con López Obrador.
Estamos convencidos de que aún los que no votaron por López Obrador les gustaría que gobernara bien. Cuando se gobierna bien, no importa el partido del que proceda el gobernante.
Pero hasta ahora hemos visto un Presidente que insiste en ofender a los que no coinciden con él, aunque entre ellos se incluya a los que les dieron su voto.
Y es que haber votado por él no significa que se le tenga que aplaudir todo, y menos cuando pocos meses han bastado para poner en riesgo el crecimiento económico y encima no se ven avances en ningún rubro de gobierno, incluidos en combate a la corrupción y a la impunidad. AMLO convirtió al país en un cangrejo que un día avanza un paso y al día siguiente retrocede dos pasos.
Es cierto que apenas tiene cuatro meses, pero el problema es que él ofreció soluciones mágicas, la gente le creyó y por eso hay desencanto. Como andarán las cosas que hay quienes creen que estábamos mejor que cuando estábamos peor. ¡Que regrese Peña Nieto!