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La circunstancia y el momento

Dos componentes de la política son los que finalmente y casi de manera obligada, definen quiénes o quién serán los candidatos a la presidencia de la república, durante la primavera de 2018. Uno las circunstancias prevalecientes y otro el momento en que se haga la decisión en los partidos políticos.

Las circunstancias: compuestas por la economía, las finanzas, la apertura comercial, la fuerza e imagen del régimen de gobierno, el entorno internacional y la fortaleza de la democracia y sus componentes de libertad y proyecto de justicia. El momento: independientemente de la norma electoral, el aprecio que los partidos sientan por el cálculo probabilístico de triunfo (momento de mayor debilidad del contrincante).

Al PRI, partido en el poder que aspira a conservarlo, le favorece en su proceso electivo interno, (elección por consejo político) es lo que menos ruido le hace al peso decisorio del presidente de la república y miembro de la directiva nacional de su partido. Habrá de esperar a que los indicadores económicos mejoren, la inversión alcance su mejor nivel, la inseguridad pública llegue a su menor nivel y la renegociación del TLC, haga el mínimo ruido político posible.

Entonces podrían ser, estas, las mejores circunstancias y el mejor momento para tomar la decisión más conveniente. Hasta ahora al PRI, y su dirigente nacional le han salido bien las cosas; se ganaron dos elecciones cruciales a gobernador, salió airoso y fortalecido de su asamblea nacional, se está operando con sensatez y cordura, la crítica y campaña de desprestigio por el caso Odebrecht-Lozoya-Pemex-Campaña Presidencial, de la que seguramente saldrá airoso, en cuanto la PGR, dé a conocer las investigaciones de los funcionarios posiblemente implicados (esperar el momento).

Conforme a esta idea, el presidente Peña, podría en la primavera del 2018, contar con el mejor cuadro de circunstancias posible y decidir, sobre todo, teniendo una baraja de posibles candidatos tan amplia, casi como en los viejos tiempos, a saber y por el momento: José Antonio Meade Curibeña, cuyo futuro, además de este, podría ser el Banco de México, para tranquilidad de los mercados y los organismos internacionales, cosa nada menor.

El secretario Aurelio Nuño, dueño de un perfil muy apropiado para la candidatura (tal vez el mejor): buena presencia física, joven, preparado académicamente, con experiencia administrativa, con buenos modos políticos, cabeza y líder de la mayor reforma social del presidente Peña Nieto, la de más contenido político del régimen, seguramente el mejor legado del presidente Peña a su paso por la primera magistratura de la nación.

Pero si aún esto fuera poco, El secretario Nuño ha sabido; bien sea por cuenta propia o con el apoyo de terceros, cosa que de ser así, lo ennoblece y habla bien de su habilidad política para sumar en torno a una estrategia política, sortear de muy buena manera la reforma, su instrumentación y avance permanente.

Fuera de estos dos personajes, el PRI, tiene en su haber una serie de posibles opciones, todos, salvo los que se pudieran incorporar con la apertura estatutaria y de visión de futuro, caras duras y con una sobre carga de equipaje del viejo régimen. Por otra parte, y para el caso de Acción Nacional, es evidente que el candidato será su actual dirigente nacional, Ricardo Anaya, cara joven con buenos argumentos para atacar desde la oposición, deslindado de la familia Calderón y sus fobias. Con los mejores y suficientes apoyos al interior de su partido para ganar la candidatura.

En el PRD, al parecer dependen más, de una posible alianza frentista con Acción Nacional y otras fuerzas apartidistas de la sociedad civil, que de un personaje propio capaz de encabezar con éxito una candidatura a la presidencia de la república. Al señor Mancera (virtual aspirante a esa candidatura), le han estallado varios misiles en su bunker, junto con el delegado de Tláhuac de sello morenista, en materia de delincuencia organizada, lo que dificulta su intención y el afán de Morena de apoderarse de la ciudad de México.

Adicionalmente, a lo anterior, habría que advertir que el éxito de las alianzas anti-natura y anti-sistémicas, PAN-PRD, han funcionado en otras ocasiones, cuando han podido sumar y tener a la mano un buen candidato inconforme y disidente del PRI: Sinaloa, Oaxaca, Nuevo León, Nayarit y otros casos más, por ejemplo.

Además, la susodicha alianza frentista PAN-PRD-SOC.CIV. , tiene en su contra, la determinación innegociable del dirigente Ricardo Anaya, de ser él, y nadie más que él, el candidato de esa estrategia electoral, por lo que es de suponerse que, la triada en mención podría tropezar con serias dificultades para formalizarse.

El otro frente electoral para el 2018, está claramente definido, será López Obrador el candidato a la presidencia de la república, además de claro enemigo del resto de las fuerzas políticas nacionales. Tal vez esa condición de enemigo común, sea lo que finalmente decida la contienda del 2018.
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