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Jugando a ser niños

Una de las curiosidades más grandes en la vida sin duda alguna es que cuando eres niño quieres llegar con rapidez a ser un adulto, y cuando ya eres adulto, ¡darías lo que fuera por volver a ser niño!
Una situación comprensible si se observa por el lado de que cuando eres chamaco te sientes limitado por tus padres, no puedes hacer muchas cosas que quisieras. Ves la libertad con la que se desenvuelven los adultos y quisieras ser como ellos, que nadie te diga nada. Llegar a tu casa a la hora que se te antoje, salir a divertirte, tomar, fumar y muchas otras cosas que solo están permitidas para los grandes. Sin embargo cuando ya se es adulto, y se afrontan un sinfín de responsabilidades, se enfrentan problemas y se generan preocupaciones, se quisiera entonces volver a ser niño para eludir todo ese tipo de situaciones adversas, las cuales no se tienen justamente cuando se es pequeño.
De ahí la paradoja del referido deseo que por muchas generaciones ha atormentado al ser humano.
La desventaja que se tiene como adulto es que se es niño en promedio solo una quinta parte de la vida (una quinta parte más se es joven) y en adelante se es justamente adulto, y por eso los adultos añoran más volver a ser niños, que los niños en ser adultos.
Por lo tanto, y dado a que el tiempo como niño es corto, es por eso que los adultos les decimos a los niños que disfruten su niñez de manera plena, y en ese aspecto nosotros mismos debemos contribuir a que así sea.
Desgraciadamente hoy en día los niños han cambiado mucho. Se han roto muchos esquemas que por años, décadas y siglos imperaron, y una de ella es precisamente el respeto hacia los adultos, contimás a los familiares.
Hoy en día hay muchos niños groseros que no son encaminados en los valores esenciales de la vida, principalmente el respeto hacia los demás.
Duele decirlo pero estamos ante una generación pérdida, y está pérdida por la pérdida de los valores, valga la redundancia.
Afortunadamente hoy en día, en que estamos precisamente pagando los errores de nuestra falta de severidad, hay una luz de esperanza, y eso es el volver a ser estrictos con los chamacos, traerlos cortitos, no permitir que incurran en acciones nefastas que tanto les van a afectar ellos, como a la sociedad en general. En lo personal veo con beneplácito como ahora vuelven los cintarazos y los chanclazos, para hacer entender a los chamacos, que se deben respetar las reglas.
Suena salvaje, pero no hay de otra, siempre se aplicó la severidad y cuando dejamos de hacerlo perdimos esa generación que ahora afrontamos.
Hoy en el Día del Niño, hay que festejar a los chamacos. Hacerles ver que disfruten su niñez, que jueguen a ser niños, pero también que entiendan que deben conducirse con valores, esencialmente el respeto a los demás.
Y sobre todo que no quieran dar pasos agigantados en la vida, que no añoren en llegar a ser adultos a la de ya, porque cuando sean adultos van a querer volver a ser niños, pero ya no se va a poder. Lo que sí se puede es rescatar la próxima generación, y en nosotros está, por eso hay que cuidar, pero más que nada educar, a los niños de hoy.
¡Feliz Día del Niño!

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