Viví la época en la cual las vacaciones de verano eran por dos meses. En mi caso, viajábamos a ciudad de México a visitar familiares de mi madre. Nuestra estadía en la capital nos daba suficiente tiempo de convivir y obviamente pasear por la gran ciudad.
Disfruté las largas charlas de mi madre y en especial con una de mis tías políticas, llenas de sabiduría y de risas, ser testigo de la interacción de este par ha sido enriquecedor para mí.
La otra mitad de las vacaciones la pasábamos en casa, sin TV de paga y desde luego sin tecnología, dábamos rienda suelta a la imaginación enfrentando el aburrimiento de la mejor manera.
Recuerdo que tuve algunos compañeros que tomaban cursos de verano, los cuáles en aquellos tiempos, eran pocas las opciones y un tanto elitistas. La gran mayoría como en mi caso ocupaban el tiempo en la convivencia, jugar en la calle y otras actividades simples. Esto lo comprobaba cuando al iniciar las clases nos pedían escribir y compartir que hicimos en nuestras vacaciones.
Recientemente los cursos en el verano han aumentado, hoy en día existe una gran variedad de estos, al alcance de todos los bolsillos y otros mas gratuitos.
Me di a la tarea de ponerle atención a las preferencias en este año en particular y el rango de edades que acudían. Para sorpresa mía el negocio y las ganancias que se obtienen al brindar algunos cursos con costo, están por encima de la calidad, la experiencia y la formalidad. ¿Verdaderamente estamos llevando a nuestros hijos a aprender algo nuevo y reforzar alguna disciplina, o estamos buscando una guardería veraniega, tomando solo en cuenta cuantas horas los van a entretener?
En mi investigación descubrí “talleres” con actividades que realmente obtendrían más valor y eficiencia si fuesen en casa, en familia. Detecté que el rango de edad que mas acude son menores de 12 años, y baja drásticamente de esa edad a los 17.
Esta juventud, está cansada quizá, de la imposición de ocupar tiempo de su niñez. Sin generalizar, no hay un equilibrio por parte de la familia.
Atentos, valoremos el tiempo que pasamos con nuestros hijos en cada una de sus etapas, ya que para ellos nuestra presencia es un alimento no solo en el verano sino a lo largo de sus vidas.
Somos la madre de todas las influencias, recordemos que tenemos ese poder, hagamos buen uso de él.
Kiki
