Fui a lavar mi carro y en el patio del negocio de lavado encontré un viejo vehículo Chevrolet Impala del año de 1982. Abandonado, semi-yonqueado, ya oxidado y averiándose más de lo que estaba, con supuesta falla en el motor, pero entero en toda su carcasa. Recordé que a inicios de los 90’s tuve un carro de esos, que si mal no recuerdo me costó 600 dólares, en tiempos en que el dólar andaba por los 3 mil 600 pesos por uno, en viejos pesos.
Eran los tiempos en que los carros usados costaban menos de mil dólares. Había hasta de 400 dólares, y eran buenos carros, enteritos, sin golpes, tal vez algo despintados, pero muy funcionales. Los carros grandes eran los preferidos de la gente, pues en aquel entonces estaba muy barata la gasolina, más barata incluso que al “otro lado” por lo que eso no era impedimento para traer un vehículo de ocho cilindros.
Aparte del Impala estaba el Pontiac Boneville, el Cadillac (¡carrazazo!), el Lincoln Continental, sin faltar el exótico Grand Marquis y su “gemelo” el Ford LTD. De hecho todavía circulaban los LTD de la década de los 70’s, esos carros que decíamos que ya ibas en una cuadra y la cola venía en otra, de lo largos que estaban. Sobre esos carros bromeábamos diciendo que los vendían por metros, pues eran larguísimos, pero eso sí, muy cómodos, y tenían un manejo espectacular.
Y eran tan grandes que hasta te podías dormir dentro de ellos, de hecho no faltaban quienes traían sus almohadas en el asiento trasero, por si se daba la ocasión de “echarse una pestañita”. Y otra cosa, chocabas o te chocaban, ¡y no pasaba nada! El carro quedaba intacto, tal vez con una abolladura, pero no se destruían, como pasa ahora con cualquier carro desechable de los que tenemos hoy en día. Y aguantaban “carrilla”, y corrían a gran velocidad, aunque en aquel tiempo no había necesidad de andar corriendo como loco, como ahora. Había respeto al manejar, sabíamos manejar, no como ahora que cualquier imberbe agarra un vehículo y va y se ensarta donde quiera, todo por andar emulando a los mentados “rápidos y furiosos” de las películas.
Y de sus cajuelas, ni que decir, amplísimas, cabía lo que querías, no que ahora en los carros compactos solo te caben tres bolsas de mandado. Antes bromeábamos que en los carros cabían tres pasajeros al frente, tres atrás ¡y otros tres en la cajuela! ¡Ah qué tiempos aquellos de los carros largos, de los carros viejos!
