Tenemos la idea de que enseñar a los hijos a ser educados y respetuosos se da en casa por mamá, papá o quién sea un modelo ejemplar, y puede pensarse que es una tarea fácil, se da con naturalidad. Dar las gracias, los “buenos días”, por favor, son básicos en los primeros años de vida; pero ¿qué hay de los modales, de ser cortés, de ser amable?
Los saludos nos salen en ocasiones por costumbre: decimos buenos días sin verdaderamente desear un buen día.
En los últimos años me he dedicado a observar, conversar y reflexionar sobre cómo algunas de nosotras (otros) hemos, sin dolo, obviamente, dejado de lado los modales; en mi trabajo de campo he topado con personas que saludan con una gran sonrisa, pero no son capaces de ceder el asiento a un adulto mayor, o masticar con la boca cerrada y me detengo y pienso: ¿a qué se deberá esto? ¿Será que tuvieron un mal día?
Yo considero que viene de fugas en nuestra educación temprana (casa), enseñamos el uso de las palabras por favor, gracias, y las demás de memoria, y en las escuelas (o colegios) lo refuerzan enseñándolo “cantadito” (“Bueeenos diiias, maestra”). Olvidamos inculcar el respeto, el desear el bien a los demás, y me viene a la mente una frase que me encanta y me detiene a pensar 2 veces las cosas antes de hacerlas: “La palabra impacta, pero el ejemplo arrastra”. Y así es, nuestros hijos nos observan durante toda su vida; en su etapa de casa, creen ciegamente en lo que les decimos. (“Que compromiso tan grande”), mientras que durante la pubertad y juventud nos cuestionan sobre lo que decimos o hacemos, dado a que tienen voz propia. En mi opinión aquí es donde se deben de reforzar esos modales, esa educación, ya que es el momento en que están expuestos, y difícilmente podrían abandonar sus modales.
Si tenemos el privilegio de tener hijos o ser ejemplo de vida para alguien, seamos la Madre de todas las influencias.
gacigue@hotmail.com