Estoy sentando en la mecedora en el patio de mi casa, tomándome una refrescante cerveza. Van dando las ocho de la noche, o tal vez debería citar de la tarde, porque todavía no oscurece. El sol ha dejado de destellar sus cálidos rayos, pero aún así el ambiente se siente caliente, típico de esta región del noreste del país, a unas cuantas semanas de que inicie el verano. Los perros dormitan agazapados bajo la higuera, que es la única que da sombra en todo el predio, y por ende el rincón más fresco, y más aún cuando ya no está soleado. Tengo el radio sintonizado en la XEK, que ahora también está en FM, escuchando el programa “México de mis Recuerdos”.
Se escuchan melodías de la vieja época, algunas de mayor tiempo que él que yo tengo en edad, que son 45 años. Viene a mi mente que justamente por la mañana estaba en el café con tres viejos amigos, cuyas edades ya sobrepasan los 60 años, y que constantemente comentan de sus achaques, y me preguntaron precisamente por mi edad, y al dárselas a conocer me expresaron comentarios como, “n´ombre, estás bien pollo”, “estás en la flor de la edad”, “todavía no te duele nada”. Yo me reí, más que nada porque ciertamente ya me empiezan a dar algunos dolores, propios del paso del tiempo.
Uno de ellos dijo, “que no daría yo por regresarme 30 años en el tiempo”, y el tema se centró en eso, y se contaron tantas cosas. Uno incluso mencionó algo que ya había escuchado en la boca del desaparecido empresario y locutor, Don Ramberto Salinas Carmona, “que no daría yo por volver a ser joven, ¡pero con la experiencia que tengo ahorita!”.
Claro, que no daríamos todos los que ya sobrepasamos los 45 años, por ello. O cuando menos regresar 30 años menos, como dijeron mis amigos. En mi caso, con 30 años menos tendría 15 años, volvería a ser aquel jovenzuelo imberbe que tantos errores cometió. Y justamente sentado en la mecedora pensé qué cambiaría de mi vida si tuviera 30 años menos.
Y la verdad llegué a la conclusión que tal vez no tanto, pues a pesar de mis múltiples errores, no me arrepiento de mucho, salvo algunas que otras cosas. Pienso que entre los principales cambios que tendría sería el no ser tan rebelde, y el haber aprovechado los estudios. Ser más amable, hacer más amigos, reír más, hacer ejercicio, viajar, sobre todo viajar, y ayudar más, a quien tenga que ayudar, ahorrar, y leer más libros. De hecho muchas de estas cosas las hago ahora, pero si las hubiese hecho antes, creo que estaría más satisfecho.
Tal vez por eso ahora a mis hijos y demás chamacos que conozco, que atraviesan justamente por la edad delos 15 años, les recomiendo que por principios de cuentas no echen a perder sus vidas, que no se vayan por la “vida fácil”, que aprovechen el estudio y sobre todo que lean, que logren muchas de las cosas, que ahora yo quisiera haber logrado, cuando tenía esa edad. En mi caso, como ya lo cité, no me arrepiento de mucho, tal vez tuve suerte o la gracia del Ser Supremo, pues la vida me ha dado más de lo que creí poder recibir, y sobre todo que en la cuestión laboral hago lo que me gusta hacer, pero no siempre es igual, no siempre el “volado” de la vida te favorece, pero con estudios las cosas se facilitan más, eso que ni qué.
En lo que a mí respecta he aprendido a disfrutar incluso las cosas más sencillas de la vida, como el estar ahorita aquí sentado en la mecedora del patio de mi casa, justamente haciendo este escrito y tomándome una cerveza, disfrutando además de la tranquilidad de la tarde, y escuchando música que me encanta, viendo la higuera y los perros echados debajo de ella, y sobre todo el espectáculo que da el sol al irse escondiendo en su ocaso para dar paso a la luna y las estrellas, que en su aparición igual habré de disfrutar.
