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Frontera Norte

Es bien sabido que la relación de México con Estados Unidos, está marcada por la percepción de nosotros mismos (como mexicanos), por una parte y por otra, por el devenir de la historia. El concepto mismo de mexicanidad, fue construido por el pueblo, por el mexicano de a pie, a raíz de la invasión norteamericana de 1847, señala Luís Rubio, en su excelente publicación “Fronteras Cambiantes” en referencia a la obra de Javier Ocampo, “Las ideas de un Día”.

Sabemos también, que Luís Rubio es un acreditado intelectual mexicano, cuya obra más reciente “El Problema del Poder, ha merecido las mejores críticas y la aceptación de la academia y clases políticas actuales. Más ahora, amigo lector, quiero platicarle y recomendarle a la vez, leer ésta, su más reciente aportación al estudio y observación de la relación México-Estados Unidos, y por su puesto de su frontera, una franja de terreno en la que se entrelazan y lastiman entre sí, dos Méxicos y dos Estados Unidos, inexplicablemente diferentes y comunes.

Las históricas divergencias se atenuaron recientemente, y un primero de Enero de 1944, amanecimos los mexicanos y los norteamericanos, con una nueva conceptualización de la relación entre ambas naciones. A partir de esa histórica fecha, empezamos a dejar de ser distantes y decidimos, para bien, acercarnos y construir una nueva estrategia de desarrollo, la simiente pronto dio frutos, y en apenas veintidós años, nació y se consolidó una estrecha interdependencia económica, sectorial y  bilateral (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte).

Quedaron atrás (supusimos), las ideologías nacionalistas y los esquemas proteccionistas y aislacionistas de México, fue en ese momento, un cambio brutal, revolucionario no violento, pero desastroso, sobre todo en su primera década, para los sectores productivos y las ideologías políticas construidas por el nacionalismo revolucionario mexicano. A partir de este evento nace el México del norte, y el Estados Unidos del Sur, con una visión generacional de desarrollo fundada en el progreso regional, acompañado y muy de la mano con el abandono rural e industrial nacional.

Las desigualdades sociales siempre han acompañado a los modelos de desarrollo socio-económico, no es novedad, ni tampoco ha sido México la excepción, ni Estados Unidos y Canadá. En el capitalismo integracionista, y las economías abiertas, así se dan los procesos de crecimiento, siempre hay un subproducto o desecho social, (segregación y expulsión poblacional), debido a la baja creación de empleos, pero también, en mucho, a la inhabilidad, desinterés y falta de esfuerzo personal y familiar para prepararse, educarse y capacitarse, de un amplio segmento de población en los dos lados de frontera norte. En México, esto, ha sido fuente de creciente migración, de los emblemáticos, y de papel, chapanecos revolucionarios, de los jóvenes adoctrinados y manipulados de Ayotzinapa.

El modelo de desarrollo sectorial, es en verdad un éxito (TLC),  con todo y sus subproductos sociales en ambos lados de la frontera norte mexicana, siempre y cuando la cadena productiva, construida, fundada, y hoy defendida, por el neo-empresariado de ambos lados, permaneciera estable políticamente y abierta económicamente. ¿Qué sucedió entonces?, que los impactos sociales sufridos en los dos países, después de cuatro y medio lustros, se transformaron en causa y bandera política, que contribuyeron significativamente al triunfo electoral de un presidente de la Unión Americana,irresponsable, que recién empieza su enseñanza como gobernante.

Estas desigualdades sociales surgidas por la integración económica (en parte), tienen a Donald Trump en la Casa Blanca, haciendo barbaridades y desfiguros (en tanto aprende), y en México (en parte también), al presidente Enrique Peña y su partido, casi fuera de los Pinos, desde luego, en tanto aparece la estrategia electoral sucesoria del régimen.

Debo señalar, para concluir, amigo lector, que mucho de este texto, es apreciación y lógica personal mía, y no tanto de lo que en su publicación señala Luís Rubio, me refiero, en sentido estricto, más sí, en el sentido conceptual y funcional, por lo que lo invito a leer el ensayo de Rubio y las ediciones de Javier Ocampo López, relacionadas con los déficit del TLC, y la formación, y ejercicio del poder en México, le van a encantar, y encontrará, amigo lector, seguramente un mar de explicaciones y razones del porqué las cosas funcionan como hoy las vemos.
GRACIAS POR SU TIEMPO.

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